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DESINFORMACIÓN EN LAS REDES SOCIALES: EL CANCER DEL S. XXI

Vitaliano Fortunio

Periódico El Valle de Lecrín.

Granada

La reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que ha afectado a Valencia ha traído consigo, además de lluvias intensas e inundaciones, una oleada de desinformación a través de las redes sociales. La rapidez con la que se difunden noticias falsas, imágenes alteradas y exageraciones en estas plataformas no solo complicaron el trabajo de los equipos de emergencia, sino que también incrementaron notablemente la sensación de pánico y desconfianza en los ciudadanos.

Uno de los aspectos más alarmantes en torno a la desinformación es su velocidad de propagación. Durante la DANA en Valencia, se observaron cientos de publicaciones compartiendo imágenes y videos que, aunque en algunos casos parecían creíbles, eran antiguos o pertenecían a fenómenos climáticos en otras ciudades y países. Esta rapidez, impulsada por la inmediatez de plataformas como Twitter, Facebook e Instagram, hace que la desinformación alcance a miles de personas antes de que las autoridades puedan verificar o desmentir su veracidad.

La constante circulación de contenido erróneo llevó a que muchos pensaran que la situación en Valencia, ya de por si extremadamente grave, era aún mucho peor. Esto contribuyó a que la gente actuara impulsivamente, obstruyendo las labores de rescate y ocupando líneas de emergencia que podrían haber sido utilizadas por quienes verdaderamente necesitaban ayuda.

Con el afán de obtener clics, “me gusta” y seguidores, algunos usuarios y páginas optaron por compartir información exagerada, utilizando titulares alarmantes que no reflejaban correctamente la realidad de la situación. Estos titulares, muchas veces manipulados, lograron captar la atención del público, pero también generaron un pánico innecesario, provocado por un afán de sensacionalismo.

El sensacionalismo no solo alimenta el miedo, sino que también contribuye a que las personas pierdan la confianza en las autoridades y en los medios de comunicación oficiales, provocando que las personas recurran a fuentes no verificadas para obtener información, generando un ciclo peligroso de desinformación que es difícil de romper.

La desinformación afecta directamente el trabajo de los servicios de emergencia. En primer lugar, los rumores y las noticias falsas pueden hacer que las autoridades tengan que dedicar tiempo y recursos a investigar y desmentir estas afirmaciones, en lugar de enfocarse en atender la situación de emergencia. En segundo lugar, la confusión generada en la población puede llevar a que la gente realice acciones inapropiadas o que no sigan las indicaciones de seguridad, dificultando las labores de rescate.

Por otro lado, la desinformación también impacta negativamente en la salud mental de las personas, especialmente en momentos de vulnerabilidad como una emergencia climática. Los ciudadanos reciben constantemente una avalancha de información, que incluye tanto datos reales como falsos, y esto incrementa la ansiedad y el estrés, afectando su capacidad para tomar decisiones informadas.

Aunque las redes sociales han implementado mecanismos para identificar y frenar la desinformación, estas medidas no siempre son efectivas en momentos de crisis. La cantidad de información que circula es abrumadora y resulta complicado para las plataformas monitorear y verificar cada contenido compartido. Sin embargo, las empresas tecnológicas deberían redoblar sus esfuerzos en mejorar estos mecanismos, especialmente en tiempos de emergencia.

Por otro lado, los usuarios de redes sociales también tienen una responsabilidad importante. En lugar de compartir cualquier contenido sin verificar su veracidad, es esencial que todos tomemos un momento para analizar si la información proviene de una fuente confiable o si muestra señales de ser un montaje. Practicar una actitud crítica ante la información recibida puede ayudar a reducir la propagación de noticias falsas.

Rubén Gisbert, abogado, activista y youtuber difundió un video en redes sociales afirmando que en una residencia de ancianos en Albal, Valencia, algunos residentes estaban abandonados y sin atención adecuada tras el paso de la DANA. Según Gisbert, los ancianos se encontraban sin suministros como pañales, medicamentos y alimentos, generando una impresión de crisis humanitaria. Sin embargo, diversas fuentes señalan que estas afirmaciones fueron exageradas y que Gisbert entró sin autorización, grabando escenas que intencionalmente dramatizaban la situación. Las autoridades y periodistas locales, como Jokin Castellón, desmintieron estas acusaciones, aclarando que el centro sí contaba con ayuda y no estaba en la situación descrita

Por todo lo expuesto, creo sinceramente que combatir la desinformación en redes sociales es un reto que requiere la colaboración de todos: desde las plataformas hasta los usuarios y las autoridades.

La desinformación en redes sociales durante la DANA de Valencia ha demostrado que, en situaciones de emergencia, el mal manejo de la información puede tener consecuencias serias. Desde incrementar la ansiedad pública hasta interferir en las labores de rescate. Solo con un esfuerzo colectivo para mejorar la verificación de la información y fomentar una cultura de responsabilidad en el consumo de noticias, se podrá reducir el impacto negativo de la desinformación en futuras emergencias climáticas, o en cualquier situación atípica que surja.

La legislación tendría que reformarse imponiendo penas considerables a los autores de noticias falsas que están haciendo que las redes sociales se conviertan en el cancer del siglo XXI. Luchemos por una información sana y honesta.

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